Ciudadanía económica, un apunte disruptivo II – avanzando hacia la plenitud ciudadana

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Siguiendo con la línea de pensamiento esbozada en la primera parte de este artículo, planteamos aquí, algunas reflexiones que profundizan en la idea del ciudadano como agente económico informado. Un agente que toma decisiones con la intención de resolver los problemas de optimización o elección que se le presentan en su vital devenir, no exento de obstáculos y que, como vemos en nuestras sociedades avanzadas, se convierten en insalvables barreras que provocan exclusión social y pobreza, impidiendo gravemente el progreso del individuo hacia su plenitud ciudadana.

La plenitud como ciudadano en su faceta económica, conlleva su independencia y seguridad económica construidas con la aportación de salarios y empleos “reales”, la propiedad de la vivienda o su acceso con alquileres asumibles, los servicios de salud, educación, justicia y pensiones dignas. Todas ellas son aportaciones que un estado moderno y democrático tiene el deber de proteger y estimular con el concurso de las leyes.

La otra cara de la moneda la constituyen las externalidades negativas, tales como las condiciones precarias del trabajo, los daños medioambientales, las carencias educativas, o la violación de los derechos humanos. Se trata de factores que conducen a la pobreza y exclusión social que impiden el armónico desarrollo del ciudadano económico, y descuidar las políticas que mitiguen tales externalidades, supone el ofrecer a populismos y regímenes totalitarios, el alimento básico que nutre su razón de existir. Para estos regímenes el ideal de bienestar e inclusión del ciudadano como agente económico que alcanza su estatus a través del trabajo esforzado y digno, mediante leyes justas y sistemas tributarios equitativos, no figura en sus agendas. Muy al contrario, su acción política se basa en la alienación permanente del individuo, eliminando sus libertades básicas y manteniendo el statu quo de una ciudadanía “rehén” de los poderes públicos, una ciudadanía de segunda que hipoteca a cambio de promesas falsas e irrealizables el bien más preciado de todo ser humano: su libertad de ser y existir.

Será la educación, considerada como inversión que no gasto, sostenida en el largo plazo y con objetivos compartidos e impulsados por la sociedad civil y los poderes públicos, la palanca que estimule el desarrollo de esta condición de ciudadano económico que propugnamos. Dentro de la educación, el componente de formación financiera debiera ser constitutivo curricular desde la escuela primaria, reconociendo que el ser humano como homo oeconomicus, demanda un conocimiento específico que le permita elegir y optimizar los recursos de que dispone para la satisfacción de sus necesidades y la creación de su bienestar y seguridad económica a lo largo de su vida. Un ciudadano razonablemente educado en el espacio económico, tenderá a seleccionar mejor las decisiones que implican el uso de sus recursos financieros, tales como el ahorro y la asunción razonable de riesgos como los de inversión y crédito. Sus carencias educativas le llevan frecuentemente a desconocer el valor del dinero, del ahorro, del significado del riesgo financiero…lo que en definitiva, son causas de legítima alarma social que abonan las numerosas situaciones de empobrecimiento (pérdida de los ahorros, del empleo, de la empresa, desahucios de la propiedad) y su derivada hacia la culpa de los “otros”: los criminales banqueros, los jueces dependientes, políticos corruptos o los estafadores profesionales.

Invirtamos pues, en los fundamentos que abonan el bienestar integral del ser humano, posibilitando el que la sociedad sea cada vez más inclusiva, más rica y más libre. Con ello estaremos en mejores condiciones para promover la ciudadanía económica plena como factor de integración social, de justicia, libertad y de participación política democrática.

Coda:

La economía pone de manifiesto que el conflicto de elección es una de las características permanentes de la existencia humana. Lord Lionel Robbins.

Ninguna sociedad seguramente pueda ser floreciente y feliz, en la que la mayor parte de los miembros sean pobres y miserables. Adam Smith.

El capital más valioso es aquel que se invierte en el ser humano. Alfred Marshall.

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