Esos bancos en los que confiamos

El 23 de julio de 2010 marcó un antes. El después lo estamos viviendo y padeciendo en lo que se refiere al factor confianza que hasta entonces merecía nuestro sector financiero, supervisor incluido, y las tradicionales Cajas de Ahorros, hoy en su mayoría convertidas en sociedades bancarias (siete entidades bancarias que integran treinta y cuatro de las antiguas Cajas) amalgamadas más por cuestiones de conveniencia política que por razones de eficiencia, utilidad pública o competencia de mercado. Otras nueve fueron valiosos trofeos adquiridos por tres bancos privados interesados en expandir su negocio. Al día de hoy, únicamente dos Cajas, mantienen con valentía no exenta de dificultad su configuración y modelo de negocio tradicional.

En esa fecha, el Banco de España publicó por primera vez las famosas “pruebas de estrés” que acordaron llevar a cabo la Comisión Europea junto a las autoridades europeas de supervisión y el Banco Central Europeo.

En el caso español, las pruebas de esfuerzo fueron aplicadas a la totalidad de bancos y cajas de ahorros, con el resultado “oficial” de cinco suspensos (agrupados en doce Cajas) y veintidós entidades que aprobaron las pruebas. La metodología aplicada en la medición del 6% de capital básico exigible, contenía una componente que pasaría inadvertida en primera lectura de los datos revelados por Banco de España. Esta componente, se refería a la posición de activos fiscales diferidos (importes a compensar en las cuotas futuras del Impuesto de Sociedades por beneficios generados en años venideros).

El “matiz” de deducir los activos fiscales diferidos del capital básico –Tier 1-, daría como resultado el añadir otros doce grupos bancarios (dos bancos y veintiocho Cajas) a la lista de cinco suspensos, lo que hubiera significado reconocer el fracaso del sistema bancario español, en toda su dimensión, desde su regulación, a la cuestionada supervisión y su deficiente gobernanza corporativa. Esta mezcla de ingredientes, bien hubiera podido disparar en los mercados el llamado “efecto dominó”, provocando entre otros efectos adversos, salidas masivas de depósitos (corralitos), colapso del mercado interbancario, quiebra de entidades, aumento de la prima de riesgo soberano, contagio a otras jurisdicciones.

Las necesidades adicionales de capital derivadas de este análisis primario, sin modificar el resto de parámetros del modelo, requeriría de 10.021 billones de euros a sumar a la ya abultada cuenta de la recapitalización de las entidades que se planteaba en el verano de 2010.

Apenas siete meses después, el gobierno aprobó una batería de medidas para reforzar el sistema financiero (el cual aparecía hasta entonces como sólido y resistente ante todo tipo de pruebas de esfuerzo y escenarios adversos), entre las que se incluía la subida al 8% de la ratio mínima de capital principal (6% en las pruebas de julio 2010). El incremento de capital adicional, llegaba a 15.152 billones de euros, si bien la cifra lo era en condiciones estrictamente de regulación bancaria, sin estar condicionada por adversos escenarios de estrés tal como se referían las cifras de julio 2010.

Un año más tarde, el 20 de julio de 2011, la Comisión Europea en su documento de trabajo SEC(2011) 953, expondría lo siguiente:

“Inadecuada vigilancia del riesgo por parte de los órganos de dirección. En muchos casos, los órganos de dirección no podían oponerse a la decisiones estratégicas de la dirección ejecutiva, o eran remisos a hacerlo. A menudo, ello se debía a la falta de dedicación y de conocimientos especializados de los órganos de dirección de las entidades de crédito.”

La Comisión se hacía eco de uno de los males endémicos que vienen afectando a las entidades financieras europeas. Males maximizados por la actual y ya duradera coyuntura de tipos de interés extraordinariamente bajos y abundante liquidez en los mercados, generada en gran medida por los continuos superávits comerciales de algunas economías emergentes, caso de China o países del Golfo.

Adiós Cajas de Ahorros, merecisteis por muchos años la confianza del pequeño ahorrador, del pequeño y mediano empresario. Merecisteis mejor fortuna, mejores gestores, mejor gobernanza, mayor control.

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Este obra cuyo autor es Miguel Sánchez de Pedro está bajo una licencia de Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative Commons.

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